Una mirada te lo dice todo

Fecha de publicación: 26-07-2018

Soy Fabián Vélez, trabajo en Guayaquil en la agencia Junín del Solidario desde el 2012. Estoy a cargo de la seguridad de la regional 2.

Tres días después del terremoto me encomendaron la misión de llevar a dos ingenieros a revisar la estructura física de las oficinas ubicadas en la zona del desastre, y a proveer de agua, víveres y medicinas a los colaboradores.

Salimos a las 2 de la mañana en un 4x4 llevando lo recolectado por el personal del Banco de todo el país y sus directivos, para los compañeros de Portoviejo, que según sabíamos era la ciudad más afectada. La consigna era entregar todo en la casa de José Luis Bravo, gerente regional, que se convertiría en el centro de acopio temporal de todas las donaciones del Solidario.

Pasamos primero por Chone, y se validó la estructura de la oficina. Nos recibieron los funcionarios Verónica Vélez y Jorge Aizprua, quienes nos pidieron agua ya que según dijeron, estaban desabastecidos.

Por Chone también había pasado el sismo… eso se podía ver en su mirada.

Dejando parte de las vituallas en sus manos, continuamos nuestro camino hasta llegar a Manta. Allí, Mery Álava, gerente de agencia, nos narró sumamente angustiada las escenas que había vivido la noche del sábado y los días siguientes. Ver a Mery así nos impactó mucho, pues es una persona muy tranquila y positiva.

Los ingenieros revisaron los edificios del Banco. Manta Centro tiene afectación mínima; y Manta Tarqui, la zona más arrasada de la ciudad, tiene daños externos que hay que reforzar pero por dentro la construcción está segura.

Partimos sin antes dejar allí parte de nuestro cargamento.

Llegar a Portoviejo y ver los alrededores de nuestras oficinas, Centro y Olmedo, fue doloroso. Todo estaba devastado.

Afortunadamente, en las agencias no hay daño estructural, según verificaron los ingenieros.

No era ni el medio día y ya estábamos agotados, pero queríamos terminar la labor en una sola jornada. El olor de los muertos se te pega en la ropa. Llevamos alcohol y mascarillas para lograr nuestra misión, pero ni eso cubría el olor.

Manteníamos silencio sin poder hablar de nuestras impresiones. Cada uno pensaba que lo emotivo nos estaba golpeando. No eran los edificios devastados ni el calor, ni el madrugón. Era ver la mirada de las personas que te pedían algo que no les podías dar.

Solo una mirada te dice todo: desolación y sufrimiento.

Al final pudimos dejar en la casa de José Luis el cargamento encomendado con la satisfacción del deber cumplido. Nos recibió Henry Macías que lidera los procesos de las oficinas. Entendimos la gran necesidad que están pasando porque se veían filas de más de 500 personas para recibir agua o algo de comida.

Los militares y otras personas anotaban los nombres a mano para impedir los abusos.

El viaje de ida había sido rápido ya que a vehículos y caravanas cargados les dan prioridad y no pagan peaje. En cambio el regreso fue lento y largo. ¿Sería el cansancio y la gana de alejarse de esa terrible situación?

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