No solo es que creyeron en mí, sino que yo creo en ellos

Fecha de publicación: 04-08-2018

Tengo tres hijos: Vanessa de 23 años, Santiago de 18 y Pablo Javier de 16. Yo les pude disfrutar a mis hijos, juego con ellos. Cuando eran pequeños, no les daba dinero para llevar al colegio sino que les iba a dejar el morocho en el recreo. Ellos decían: "papi ya no vengas, danos el dinero como a mis amigos." Pero ahora reconocen que les alimenté bien. También era el presidente de sus grados en la escuela por ser hablador y opinar, pero era feliz porque estaba con ellos.

Comencé con mi esposa, Graciela Molina -tan bella- nos iniciamos de la nada, con un millón de sucres, o sea sonaba a que era millonario, pero no era nada.

Graciela vendía medias y ropa interior en el Mercado. Yo trabajaba en las minas de Nambija. Abrí hace 20 años el local de zapatos deportivos y hace 15 partí para España mientras mi esposa lideraba la familia. Si me quedaba en Ecuador, este rato no tenía nada.

Graciela es muy ahorradora. Las mujeres son luchadoras, hacen de papá y mamá sin problema. Si uno es inteligente, le da las ganancias a la esposa, porque ella sabe economizar.

Llegué al Solidario hace 5 años por un amigo que trabajaba en el Banco. "Yo te conozco", -me dijo él- "anda para darte un crédito."

En el Solidario no solo es que ellos creyeron en mí, sino que yo creo en ellos.

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