Solo luchando con optimismo se puede salir adelante

Fecha de publicación: 12-08-2018

Soy Miguel Jinde, nací en la parroquia de Santa Rosa en la provincia de Cotopaxi. Soy artesano del calzado desde los 14 años y ahora un exitoso comerciante.

Desde muy pequeño, mi madre me dijo que tenía que estudiar, superarme y sobre todo aprender un oficio para poder salir adelante. Yo vivía en el campo junto con mi familia, cuando terminé la primaria empecé a ir a un taller de calzado que había a 10 kilómetros de mi casa hasta entender como hacerlos, convertirme en maestro y ganar mi propio dinero.

Antes de ser mayor de edad ya dominaba mi oficio, pero quería seguir estudiando, mis padres no tenían los recursos necesarios, así que me fui a la ciudad de Guayaquil a buscar más oportunidades, trabajaba todo el día y entré a estudiar en las noches para graduarme como técnico en electrónica.

Después de un tiempo regresé a Ambato, me gradué como bachiller en ciencias sociales y me aventuré a viajar a Quito para estudiar derecho en la universidad. 
Al principio me dediqué a vender guaipes y vender libros para poder pagar mis estudios, pero debido a la necesidad tuve que dejarlos y como dicen por ahí: “zapatero a tu zapato”, regresé a mi primer oficio y me dediqué por completo. 

Empecé trabajando como obrero en una fábrica de calzado. Al principio no me entregaron la confianza por ser muy joven pero a poco me la gané y me convertí en vendedor. Trabajé desde las 2 de la mañana hasta las 11 de la mañana durante algún tiempo y me terminé convirtiéndome en su vendedor favorito.

Con el pasar del tiempo comencé a trabajar por mi cuenta con un puesto de venta en el antiguo Ipiales. Poco a poco me destaqué hasta ser uno de los líderes del sector, incluso formé organizaciones sociales para ayudar a las personas que necesitan tanto apoyo como el que yo necesité algún día.

Como todo comerciante necesitaba dinero para crecer el negocio pero nadie me quería prestar, solo los chulqueros, por suerte toqué las puertas del Solidario. 
Ellos fueron los únicos que confiaron en nosotros, los comerciantes minoristas. Durante años nos han financiado para adquirir mercadería, una casita para nuestras familias y locales para nuestros negocios.

Ahora toda la familia hace parte del negocio, mi esposa me ayuda en cada paso que doy, mis hijos desde muy pequeños se hicieron expertos vendedores y hoy por hoy ya se están graduando.

Después de años en este negocio, sé que todo lo que tengo y he vivido, es gracias a la constancia, el esfuerzo y el trabajo.

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